La ciencia detrás de El Eternauta.

La serie El Eternauta está rompiendo todos los récords de Netflix con un relato sobre el fin del mundo muy argentino y muy científico. ¿Qué tanto de real tienen las explicaciones científicas del Tano Favalli sobre el origen de la nevada mortal y que sólo lo viejo funcione?
Cuando de repente comienza a caer una extraña nieve del cielo veraniego de Buenos Aires, los personajes de la serie El Eternauta hacen lo más humano del mundo: tratan de comprenderlo y de explicarlo. Pero lo más interesante es que lo hacen valiéndose del método científico, es decir, usar la observación, experimentación y la razón para analizar los datos.
Esta curiosidad es la que lleva a un personaje como el Tano Favalli a ser tan central en la historia, ya que se vuelve el motor del grupo. Y es él quién al mirar la brújula que no funciona dice: “lo que se rompió es el mundo”.
Todas las explicaciones que luego da a sus amigos están basadas en ciencia. Producto, a su vez, de charlas que el director y guionista de la serie, Bruno Stagnaro, tuvo con dos científicos de la Universidad de Buenos Aires.
Ciencia en la ficción
La superproducción argentina que está haciendo furor en Netflix a nivel mundial está basada en la historieta más icónica de Argentina: El Eternauta. Esta fue publicada por entregas entre los años 1957 y 1959, escrita por Héctor Germán Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López.
Para quienes ya vieron la serie protagonizada por Ricardo Darín, lo más llamativo es que el fin del mundo ocurre en Buenos Aires. Una forma extraña, novedosa, en la que la ficción muestra el posible fin del ser humano. Los elementos clave en esta ecuación son la nevada mortal, y que toda la tecnología moderna deja de funcionar.
El personaje interpretado por César Troncoso, el Tano, le explica a Juan Salvo, Darín, que la nevada y que todo deje de funcionar es culpa de que los polos magnéticos del planeta se han apagado. ¿Qué significa esto, y puede ocurrir realmente? ¿Puede generar una nevada asesina, o anular toda la tecnología moderna? La respuesta rápida es un sí con matices, pero hay que verlo en detalle.
Para que el espectador o el lector de una historia logre sumergirse en ella, esta debe ser creíble. No hace falta que sea totalmente real, sino que cuente con los elementos suficientes como para que se sienta cercano, realista. Esto es lo que hace la ciencia ficción, suele explicar de la forma más creíble posible elementos fantásticos.
La mejor forma de lograr esto es valiéndose de explicaciones científicas, de allí el nombre ciencia ficción. Así fue que el creador de la serie de Netflix, Bruno Stagnaro, recurrió a dos físicos expertos de la UBA para las explicaciones que Favali le da a su grupo.
Fin del mundo hecho en Argentina
En la historieta original de Oesterheld, los personajes piensan que esa extraña nevada podría ser algún tipo de arma química. Allí Favalli es profesor de física, y lo asocia inmediatamente a un terror de la época: la guerra nuclear. Hay que pensar que en 1957 el mundo estaba en plena Guerra Fría, donde la guerra con armas atómicas era un miedo latente.
Para poder generar una razón creíble en la versión 2025, Stagnaro se entrevistó con dos físicos de la UBA, que son Pablo Mininni, investigador del CONICET y profesor del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y Gastón Giribet, profesor de la New York University, con licencia en su cargo de Exactas UBA.
La tormenta de ideas que generaron los científicos con el director y guionista de la serie permitieron que el personaje Favalli tuviese material científico en el cual basar una posible explicación para lo que estaba matando a todo ser vivo que tocaba.
Se centraron en un miedo más actual que una guerra nuclear, que es el desastre natural. El cambio climático inducido por la acción del hombre está generando desastres naturales que podemos ver a diario, así es que el miedo a que alguno de estos se vuelva muy extremo está siempre presente.
En el capítulo 3 de la serie el Tano Favalli le muestra una brújula que no funciona a Juan Salvo y le dice: “No va a venir la ayuda. Se pagó el campo magnético de la Tierra”. A lo que Juan le pregunta ¿cómo sabe que no se rompió la brújula? Así el Tano responde la tan espectacular frase: “lo que se rompió es el mundo”.
En el siguiente capítulo el Tano le sigue explicando a Juan: “¿Vos escuchaste hablar del cinturón de Van Allen?”. Darín responde con un claro no, como la mayoría de la audiencia.
“Es un anillo de partículas radiactivas que rodea la Tierra y se sostiene por la fuerza magnética de los dos polos. Es como un escudo que protege a la Tierra de los vientos solares y otros agentes. Pero si los polos se anulan, nos llueven partículas radiactivas”, le explica el Tano.
Efectivamente el campo magnético de la Tierra nos protege del llamado viento solar, que son unas partículas que el Sol emite al espacio de forma constante. Al chocar con el campo magnético terrestre son desviadas hacia los polos, donde se ven acumuladas en forma de auroras boreales.
Si no tuviésemos ese escudo, las partículas terminarían arrasando con la capa de ozono que protege a cada ser vivo de la radiación del Sol. Radiación que puede causar daños severos en la piel, y también a nivel del ADN produciendo mutaciones, y crecimiento descontrolado de las células, es decir, cáncer.
Si bien estas partículas no matan de forma instantánea como la nevada mortal de El Eternauta, sí producen daños irreversibles. Ahora, los polos no se anulan de forma tan abrupta como sucede en la serie, pero sí puede suceder, y ha sucedido en el pasado.
Incluso, otros planetas como Marte tienen una atmósfera más débil, y la vida no ha podido prosperar en su superficie, porque se le apagó el campo magnético hace millones de años.
¿Qué es y cómo funciona el campo magnético?
El campo magnético, y los polos magnéticos ubicados cerca de los polos geográficos sur y norte, son como una especie de súper imán creado por el núcleo del planeta. Este núcleo es de metal líquido que está muy caliente.
La rotación del planeta sobre su eje, más el movimiento desordenado que se generan por las altas temperaturas, producen unas corrientes en el núcleo que a su vez terminan causando el magnetismo típico de un imán que se traslada a todo el planeta.
Al ser así tan desordenado el movimiento, a veces pasa que cambia el patrón por una modificación de la temperatura del núcleo. Esto hace que el campo magnético se desordene más. A tal grado que se debilita por un tiempo, pero luego vuelve a ordenarse. Cuando sucede esto es que los polos pueden cambiar de lado, es decir, el norte magnético se cambia al sur geográfico, y el sur magnético al norte geográfico.
Esto ha sucedido en el pasado, y se cree que incluso es algo cíclico. Quedan evidencias de estos cambios en las rocas, ya que ciertos minerales marcan hacia dónde estaba el norte magnético cuando esa roca se formó.
Sin embargo, esto no es algo que suceda de un día para el otro, ni siquiera de un año para el otro, sino que tarda décadas o siglos en completarse. En promedio suele ocurrir una inversión de los polos cada diez mil años.
Volviendo a lo que sucede en El Eternauta. La protección que ejerce el campo magnético sobre los seres vivos se ve disminuída durante las décadas o siglos en que el campo es más débil porque se está invirtiendo. También se verían más auroras a diferentes latitudes, incluída Buenos Aires, como pasa al inicio de la serie.
Lo viejo funciona, Juan
Ahora, queda un elemento disruptor de la serie por explicar que es el supuesto pulso electromagnético que apagó toda la tecnología. ¿Podría ocurrir algo así? La respuesta rápida es otra vez un sí con matices.
Según han contado los físicos de la UBA, Bruno Stagnaro les consultó cómo se podría hacer creíble que toda la tecnología moderna dejase de funcionar, ya que lo necesitaba narrativamente, para que todo fuese más difícil para los personajes.
Lo que sucede en la serie es creíble, puede pasar, y ha ocurrido en el pasado. También tiene que ver con el tema del campo magnético. Si estuviese débil o inexistente como se explicó antes, el mundo también dejaría de tener protección contra las erupciones solares, que hoy en día, con protección, son capaces de freír satélites y anular las señales de radio.
Las erupciones o fulguraciones solares son explosiones de energía y radiación que ocurren en la superficie del Sol. Son causadas por la liberación repentina de la energía almacenada en los campos magnéticos ubicados alrededor de las manchas solares.
Son literalmente llamaradas eyectadas al espacio, que si justo están apuntando a la Tierra, pueden llegar a ella en cuestión de minutos. Las más potentes de estas erupciones pueden llegar a dañar satélites de comunicaciones, líneas eléctricas y reducir o anular las señales de radio.
Una de las más terribles de estas llamaradas que se han registrado en tiempos históricos fue en 1859 y dejó anuladas las comunicaciones de la época en Europa y Estados Unidos, que eran los telégrafos.
Pero, si “los polos se apagan”, como dijo Favalli en El Eternauta, ya dejaríamos de tener protección, y casi todo artefacto electrónico del planeta se rompería frente a la radiación electromagnética eyectada por el Sol.
Un equipo científico de la UBA se dedica a estudiar lo que se conoce como el clima del espacio, que permite predecir las tormentas solares. Han colocado un medidor en la Antártida, para ello.
La ciencia ayuda a comprender todo lo que nos rodea, a explicarlo, a que la gente pueda prepararse para lidiar con todo tipo de problemas. Por eso es importante la investigación científica y tecnológica, así también que la gente esté informada sobre qué hacen los científicos, y por qué lo hacen.
Así es que la UBA está presente no sólo como fuente de la explicación de la famosa nevada mortal de El Eternauta, y el apagón de tecnología, sino que fue donde se formaron tanto H. G. Oesterheld, como Bruno Stagnaro. El primero estudió Geología en la Facultad de Ciencias Exactas, y el segundo en el Colegio Nacional Buenos Aires.
