La revolución laboral ya empezó y demanda nuevas habilidades.


Las habilidades laborales cambiarán en esta década. Pensamiento analítico, IA, manejo de datos y liderazgo serán claves en la reconversión laboral.


El trabajo tal como se lo conoce está dejando de existir.La inteligencia artificial no solo automatiza tareas: está reescribiendo las reglas del juego en tiempo real. Las decisiones económicas ya no se toman con meses de estudio, sino en minutos, al ritmo de algoritmos que anticipan tendencias. En ese vértigo silencioso, el empleo atraviesa una transformación profunda que no se anuncia: sucede. Y no es una promesa lejana. Es una sacudida que ya golpea la puerta de empresas, gobiernos y trabajadores. En la Argentina, esa transformación se vuelve todavía más urgente.

El último Informe sobre el Futuro del Empleo 2025, elaborado por el Foro Económico Mundial, ofrece un número que parece alentador: se crearán 170 millones de nuevos empleos en la próxima década. Pero al mismo tiempo, 92 millones desaparecerán, arrastrados por la automatización, la transición verde y el envejecimiento poblacional. El saldo neto —68 millones de puestos nuevos— es positivo, sí, pero excluyente: no garantiza oportunidades para todos. Solo los que se adapten a tiempo podrán subirse a esa nueva ola.

El caso argentino muestra que los desafíos son aún mayores. Según el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), treinta y ocho por ciento de los empleos actuales tienen alto riesgo de automatización. Y según datos del INDEC, seis de cada diez trabajadores no accedieron a ningún tipo de capacitación en los últimos tres años. El panorama se agrava si se considera que casi la mitad de la fuerza laboral se desempeña en condiciones de informalidad, lo que limita su acceso a programas de formación y a herramientas para la reconversión.

A este escenario se suma un problema cada vez más evidente: la falta de profesionales en tecnología. Según la Cámara de la Industria Argentina del Software (CESSI), el país arrastra un déficit anual de entre cinco mil y quince mil profesionales en Tecnologías de la Información (IT). Esta carencia no afecta solo al sector informático, sino que atraviesa transversalmente a la banca, la salud, la agroindustria y la logística. Todas esas industrias hoy dependen de perfiles digitales que el sistema no logra producir.

Desde el sector privado, iniciativas como el programa Software as a Future (SaaF) impulsado por CESSI intentan revertir esa tendencia, con la meta de alcanzar cuatrocientos mil empleos formales en tecnología para 2031. Pero la brecha sigue creciendo y se convierte en un límite estructural que condiciona la transformación digital del país.

Las habilidades que exige el nuevo mundo

El informe del Foro Económico Mundial identifica a los sectores que liderarán la creación de empleo en los próximos años: la agricultura, empujada por la transición verde; la logística y el reparto, fortalecidos por el auge del comercio electrónico; el desarrollo de software y la inteligencia artificial; la construcción y los oficios físicos, que resisten la digitalización; y los servicios de cuidado, cada vez más necesarios por el envejecimiento global.

Pero todos ellos tienen una exigencia común: nuevas habilidades. Para 2030, el 39 por ciento de las competencias laborales actuales habrán cambiado. Se necesitarán capacidades que antes no estaban en el radar: pensamiento analítico, inteligencia emocional, manejo de datos, liderazgo, flexibilidad y adaptación. La formación continua dejó de ser un lujo o una distinción: es la única vía de supervivencia laboral.

Programas como Argentina Programa, Cursos Enlace y Empleo Joven son señales positivas, pero claramente insuficientes frente a la magnitud del desafío. La clave está en una política educativa integral, moderna y articulada, que conecte al sistema educativo con el sector productivo, y que ofrezca trayectorias de formación adaptables y de calidad.

Los países que no inviertan en recapacitación masiva quedarán afuera del mapa competitivo. Las grandes empresas internacionales ya se están preparando: más del sesenta por ciento de los empleadores planean invertir en formación en los próximos tres años. En Argentina, muchas pymes no tienen recursos ni incentivos para hacerlo. Pero la disyuntiva no admite postergaciones: capacitar o quedar atrás.

La pregunta no es si habrá trabajo. Lo habrá. Pero no para todos. La verdadera pregunta es quién va a estar listo para ocupar esos puestos. Porque en la economía que viene, la estabilidad ya no la garantiza un contrato, sino la capacidad de aprender, desaprender y volver a aprender.

Con todo, en ese punto, el país tiene una elección por delante: seguir discutiendo las reglas del siglo pasado o animarse a escribir su modelo laboral del siglo XXI. Porque el futuro del empleo, como ya quedó claro, no es un problema del futuro. Es una urgencia del presente.

María Ximena Pérez

María Ximena Pérez

Agencia de Noticias Cientificas UNQ.